En marzo de 2025, México dio un paso histórico al convertirse en uno de los pocos países del mundo en prohibir constitucionalmente el cultivo de maíz transgénico. La decisión, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, busca proteger la biodiversidad, la soberanía alimentaria y la salud de los mexicanos, en defensa de una de las plantas más importantes en la historia y cultura del país: el maíz.
Sin embargo, esta medida también abre una discusión amplia sobre la ciencia detrás de los alimentos genéticamente modificados, los desafíos del comercio internacional y las dificultades prácticas para aplicar esta ley en un entorno donde más del 90% del maíz importado por México es transgénico.
Es necesario abordar lo que implica la reforma, qué dice la ciencia al respecto y cómo impactará en la vida cotidiana de millones de personas. Todo ello, sin perder de vista que el maíz no es solo un alimento, sino un símbolo de identidad nacional.
¿Qué cambio en la Constitución Mexicana?
El 17 de marzo de 2025, la presidenta Claudia Sheinbaum firmó un decreto que reformó los artículos 4° y 27° de la Constitución para prohibir el cultivo de maíz genéticamente modificado en México.

Artículo 4°
Reconoce el maíz como un elemento de identidad nacional y establece que su cultivo debe ser libre de modificaciones genéticas que superen las barreras naturales de la reproducción. Cualquier otro uso del maíz transgenético deberá ser evaluado legalmente para garantizar que no represente riesgos para la bioseguridad, la salud ni el patrimonio biocultural del país.
Artículo 27°
Ordena al Estado fomentar cultivos tradicionales con semillas nativas, especialmente mediante el sistema milpa, libre de cultivos transgénicos. También establece que el Estado debe apoyar el desarrollo rural y garantizar el bienestar de la población campesina, fortaleciendo la producción agroecológica.
Además, el Congreso de la Unión cuenta con 180 días para adecuar la legislación secundaria, de modo que se armonice con esta nueva disposición constitucional.
El contexto de la reforma: Disputa comercial y defensa cultural
La decisión de reformar la Constitución no fue espontánea. En diciembre de 2024, México perdió una disputa comercial contra Estados Unidos en el marco del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Washington impugnó una norma mexicana previa que limitaba las importaciones de maíz transgénico, alegando que contraventa acuerdos comerciales.
Ante el fallo del panel internacional a favor de EE.UU., el gobierno mexicano retiró la norma restrictiva de importación, pero como respuesta reforzó la protección al maíz nativo prohibiendo su cultivo.

De este modo, el país asegura que las semillas nativas estén protegidas, sin violar compromisos comerciales sobre importación.
La reforma es también un acto simbólico y político «Sin maíz, no hay país», dijo Sheinbaum al promulgar la ley. La protección de 65 razas nativas de maíz, muchas en riesgo, es vista como una prioridad nacional.
¿Qué es el maíz transgénico y por qué se usa?
El maíz transgénico es aquel que ha sido modificado genéticamente para incorporar genes de otras especies (plantas o microorganismos), con el fin de mejorar su resistencia a plagas, herbicidas o aumentar su productividad.
Estos cultivos ofrecen ventajas económicas: requieren menos pesticidas, permiten mayores rendimientos y reducen costos de producción. Sin embargo, generan debates sobre sus impactos ambientales y sociales, especialmente por el riesgo de desplazar variedades nativas y monopolizar el mercado de semillas.
¿Consumimos maíz transgénico en México?

Aunque el cultivo está prohibido, México importa cerca de 17 millones de toneladas de maíz al año, principalmente amarillo, del cual el 90% es transgénico y proviene de Estados Unidos.
¿Para qué se usa?
- Entre el 70% y 75% se destina a alimentar animales de granja (pollos, cerdos, vacas).
- Existe un consumo indirecto en humanos, al consumir productos animales alimentados con este maíz.
- También se encuentra en productos procesados, incluyendo tortillas y botanas.
Lo preocupante es que en México no existe una ley que obligue a etiquetar productos transgénicos, por lo que el consumidor no puede saber si los está comiendo.
¿Es peligroso el maíz transgénico?
La comunidad científica internacional, incluidas organizaciones como la OMS y la FAO, sostiene que no hay evidencia de que los cultivos transgénicos representen riesgos para la salud humana. Una revisión de más de 20 años de estudios por parte de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. concluyó lo mismo.
Sin embargo, el debate persiste. Algunos estudios como el del investigador francés Gilles-Eric Séralini señalaron posibles daños en animales, aunque fueron cuestionados por falta de rigor científico.
En contraste, el uso de glifosato, un herbicida usado con transgénicos, ha sido clasificado por la OMS como posiblemente cancerígeno, lo que ha generado confusión al mezclar el debate del químico con el de los cultivos.

En resumen:
- Maíz transgénico: Sin evidencia sólida de daño a la salud.
- Glifosato: Riesgos potenciales, falta de regulación en México.
Biodiversidad y soberanía: Las verdaderas motivaciones
Más allá de la ciencia, la reforma busca preservar la diversidad agrícola de México y evitar la dependencia de semillas extranjeras. Se trata de un enfoque que prioriza la autosuficiencia alimentaria, los saberes tradicionales y la justicia social.
Organizaciones campesinas y ambientalistas ven la ley como una victoria histórica, mientras que algunos sectores científicos advierten sobre el reto de mantener altos rendimientos agrícolas sin biotecnología.
Retos en la implementación
- Contrabando y contaminación involuntaria: Investigadores mexicanos han detectado rutas de entrada ilegal de semillas transgénicas.
- Costo de semillas: Las semillas transgénicas importadas son más baratas que las nativas, lo que incentiva su uso, muchas veces sin saberlo.
- Falta de infraestructura: El Estado no cuenta con recursos suficientes para monitorear la presencia de transgénicos a nivel nacional.
La prohibición del maíz transgénico en México marca un parteaguas en la política alimentaria y ambiental del país. No se trata únicamente de vetar una tecnología, sino de reafirmar la importancia del maíz como símbolo cultural y recurso estratégico. La decisión del gobierno busca proteger las semillas nativas, asegurar que el campo mexicano sea autónomo, y que los alimentos estén libres de lo que considera amenazas potenciales para la salud y el medio ambiente.
Sin embargo, la medida no está exenta de desafíos. México continúa importando millones de toneladas de maíz transgénico para alimentar a su ganado y sostener su industria alimentaria. Además, la falta de infraestructura para detectar y controlar la transgenia en el campo nacional, sumada a los costos más bajos de la semilla importada, hace que el riesgo de contaminación sea real.

Por otro lado, la ciencia global sigue sin ofrecer pruebas concluyentes de que el maíz transgénico cause daño a la salud humana. La preocupación de muchos expertos gira más en torno al uso de herbicidas como el glifosato, la pérdida de diversidad genética y la dependencia de grandes corporaciones.
En el fondo, la reforma constitucional no solo protege la biodiversidad: defiende la identidad de un país que nació del maíz, de sus tradiciones agrícolas y de una forma de vida ancestral. Pero también exige una profunda reflexión sobre cómo alimentar a una población creciente, sin renunciar a la soberanía, ni a la evidencia científica.
México ha decidido apostar por su historia, pero el reto ahora será construir un futuro donde ciencia, cultura y alimentación caminen juntas.
¿Es posible proteger nuestras semillas y al mismo tiempo garantizar la alimentación de millones?


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