El aguacate abre camino para México y Brasil, pactando una nueva integración

El aguacate abre camino para México y Brasil, pactando una nueva integración

México y Brasil, tras abrir el mercado del aguacate, inician negociaciones para ampliar su tratado comercial y reforzar su alianza agrícola, industrial y diplomática ante la presión arancelaria de EE. UU.

En un mundo cada vez más incierto, donde los flujos comerciales globales están siendo reconfigurados por tensiones geopolíticas, políticas proteccionistas y cambios de liderazgo, las economías emergentes enfrentan el desafío de no quedarse atrapadas entre gigantes. La región latinoamericana, en particular, observa cómo sus principales socios comerciales —especialmente Estados Unidos— toman decisiones unilaterales que alteran reglas previamente consensuadas.

Frente a este panorama, México y Brasil —las dos mayores economías de América Latina— han comenzado a construir una nueva alianza comercial, estratégica y oportuna. Este acercamiento no es circunstancial: responde tanto a presiones externas, como a una visión compartida de fortalecer los vínculos económicos dentro de la región, modernizar sus acuerdos y diversificar sus rutas de exportación.

Dos hechos recientes resumen esta nueva etapa:

  • El acuerdo fitosanitario firmado entre ambos países para permitir la exportación de aguacate mexicano a Brasil, algo inédito hasta ahora.
  • La intención mutua de ampliar el Acuerdo de Complementación Económica N.°53 (ACE 53), vigente desde 2003 pero con un alcance limitado, para incluir sectores estratégicos como farmacéutica, agroindustria, energía renovable e innovación.

Más que un simple intercambio comercial, lo que está en juego es una redefinición del papel de América Latina en la economía global: menos subordinada a los grandes bloques y más proactiva en la construcción de alianzas propias. Esta vez, analizaremos cómo surgió este nuevo entendimiento entre México y Brasil, qué lo motivó, cuáles son sus implicaciones prácticas y por qué podría marcar un punto de inflexión en el comercio latinoamericano contemporáneo.

El mundo cambia: México y Brasil reaccionan

Desde hace más de una década, el comercio mundial ha venido experimentando un giro paulatino, pero profundo, hacia el proteccionismo. la pandemia, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la reconfiguración de bloques económicos y, más recientemente, el regreso de Donald Trump al poder, han acentuado este fenómeno. Las decisiones unilaterales sobre aranceles y barreras no arancelarias han vuelto a convertirse en herramientas políticas, dejando atrás la narrativa de apertura comercial que dominó las décadas anteriores.

En julio de 2025, Trump anunció un arancel del 50% a las importaciones brasileñas y un 30% a ciertos productos mexicanos, especialmente aquellos que no están cubiertos por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Estas medidas no respondieron a temas comerciales propiamente dichos, sino a presiones políticas. En el caso de Brasil, se trató de una represalia ante el juicio por intento de golpe de Estado contra el expresidente Jair Bolsonaro, aliado ideológico de Trump. En el caso mexicano, el argumento fue la supuesta ineficiencia del gobierno de Sheinbaum para frenar el narcotráfico.

México y Brasil —las dos mayores economías de América Latina— han comenzado a construir una nueva alianza comercial, estratégica y oportuna. Este acercamiento no es circunstancial: responde tanto a presiones externas, como a una visión compartida de fortalecer los vínculos económicos dentro de la región, modernizar sus acuerdos y diversificar sus rutas de exportación.

Esta coyuntura obligó a ambos países a reconsiderar su excesiva dependencia del mercado estadounidense. En el caso de México, más del 80% de sus exportaciones tienen como destino a Estados Unidos, lo que representa una vulnerabilidad estructural. Brasil, aunque con una canasta de destinos más diversificada, también tiene una relación comercial fuerte con el país norteamericano, particularmente en sectores como la agroindustria, el acero y la energía.

Ante la posibilidad real de una disrupción comercial, la respuesta fue inmediata y coordinada. México y Brasil comenzaron a reactivar el diálogo bilateral con el objetivo de fortalecer sus canales económicos, ampliar sus acuerdos vigentes y encontrar oportunidades de colaboración que no estuvieron mediadas por la incertidumbre de terceros.

Lo que surgió no fue solo un plan de contingencia. Fue una visión de soberanía económica regional, basada en la cooperación, la diversificación y la complementariedad productiva.

Sheinbaum y Lula: del diálogo a la acción

El 23 de julio de 2025, una llamada telefónica entre Claudia Sheinbaum, presidenta de México, y Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, marcó el punto de arranque oficial de una nueva etapa en las relaciones bilaterales. Aunque ambos mandatarios ya habían coincidido en eventos como el G20 en Río de Janeiro y el G7 en Canadá, esta conversación fue mucho más que una muestra de cortesía: fue una coordinación estratégica en tiempo real ante una amenaza común.

Durante la llamada, ambos líderes coincidieron en la necesidad de profundizar los vínculos económicos, modernizar los acuerdos existentes y promover una agenda de colaboración técnica y productiva en sectores clave. En particular, Lula propuso comenzar formalmente las negociaciones para ampliar el acuerdo comercial bilateral más allá del marco actual del ACE 53.

Como resultado de esa conversación, se confirmó la visita del vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin, a México los días 27 y 28 de agosto, acompañado por una delegación de ministros, empresarios y representantes sectoriales. Esta misión tendrá como objetivo explorar oportunidades comerciales concretas, impulsar proyectos conjuntos y sentar las bases de una cooperación más amplia.

Durante la llamada, ambos líderes coincidieron en la necesidad de profundizar los vínculos económicos, modernizar los acuerdos existentes y promover una agenda de colaboración técnica y productiva en sectores clave. En particular, Lula propuso comenzar formalmente las negociaciones para ampliar el acuerdo comercial bilateral más allá del marco actual del ACE 53.

Uno de los elementos más relevantes de esta conversación fue la identificación de sectores estratégicos con alto potencial de sinergia entre ambas economías. Si bien no se firmó ningún documento en ese momento, sí se delinearon áreas prioritarias de colaboración, entre las que destacan:

  • Farmacéutica y salud: con foco en medicamentos genéricos, biotecnología y producción regional.
  • Agroindustria: intercambio de productos frescos y procesados, protocolos sanitarios compartidos.
  • Energía renovable: biocombustibles como el etanol y biodiesel, donde Brasil tiene liderazgo técnico.
  • Aeroespacial: cooperación tecnológica y científica, con interés mutuo en fabricación de componentes y lanzamientos satelitales.
  • Innovación y educación: intercambios académicos, desarrollo de talento y transfer5ecnia de tecnología.

La llamada no solo reflejó afinidad política entre dos gobiernos progresistas. Reflejo también una comprensión común del momento histórico: es hora de que América Latina hable y negocie en sus propios términos.

ACE 53: un tratado que necesita evolucionar

La base jurídica que actualmente rige las relaciones comerciales entre México y Brasil es el Acuerdo de Complementación Económica N.° 53 (ACE 53), firmado en 2003 en el marco de la ALADI. Este acuerdo contempla preferencias arancelarias en más de 800 productos, pero su aplicación es limitada, y su diseño refleja una lógica de la primera década del siglo XXI.

El ACE 53 permitió establecer un marco inicial de cooperación, pero con el tiempo ha quedado rezagado frente a las exigencias del comercio moderno. Sus principales limitaciones radican en que:

  • No incluye sectores clave como servicios, comercio digital o propiedad intelectual.
  • No simplifica trámites aduaneros ni contempla homologación de normas técnicas o sanitarias.
  • No está diseñado para fomentar cadenas regionales de valor, algo esencial en el contexto actual de relocalización industrial y nearshoring.

Adicionalmente, existe el ACE 55, centrado exclusivamente en el comercio de vehículos y autopartes. Este ha sido funcional para el sector automotriz, pero carece de herramientas que puedan aplicarse a otros sectores con potencial de crecimiento.

Por esta razón, ambos gobiernos han planteado la necesidad de una ampliación del ACE 53, no solo en términos de productos, sino también de enfoque. El objetivo es construir un acuerdo más moderno, integral y flexible, capaz de adaptarse a los desafíos de la actualidad, incluyendo la cooperación científica, el reconocimiento de certificaciones sanitarias y la facilitación del comercio agrícola, energético y tecnológico.

La próxima visita de la delegación brasileña a México será clave para determinar si este nuevo acuerdo se construirá como un protocolo adicional al ACE 53 o como un nuevo tratado bilateral de mayor alcance. En ambos casos, el horizonte es el mismo: pasar de la desgravación a una verdadera integración económica regional.

El aguacate como puerta de entrada a Brasil

Mientras se preparan las grandes reformas institucionales al marco comercial bilateral, un pequeño fruto ha abierto camino con enorme fuerza simbólica y comercial: el aguacate mexicano.

El 17 de julio de 2025, Brasil publicó la Ordenanza SDA/MAPA N.°1336, autorizando oficialmente la importación de aguacate Hass fresco proveniente de México. Ese mismo día, se firmó entre ambos países un Plan de Trabajo Operativo (PTO) que establece los lineamientos sanitarios y logísticos para llevar a cabo las exportaciones.

Este protocolo fue negociado por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) en México y por la Secretaría de Defensa Agropecuaria (MAPA) en Brasil. Entre otros aspectos, establece que solo podrán exportar aquellos huertos y empacadoras que:

  • Cumplan con normas fitosanitarias estrictas.
  • Estén libres de plagas cuarentenarias, como los barrenadores del hueso.
  • Se encuentren registrados oficialmente ante SENASICA y MAPA.
El aguacate como puerta de entrada a Brasil

La importancia de esta apertura es doble. Po run lado, Brasil se suma como un nuevo destino de alto valor, con más de 200 millones de consumidores potenciales. Por otro, se convierte en una alternativa estratégica frente al mercado estadounidense, que representa cerca del 80% de las exportaciones de aguacate mexicano y que ahora enfrenta riesgos arancelarios.

México es el mayor productor mundial del aguacate, con casi 3 millones de toneladas anuales.

La importancia de esta apertura es doble. Po run lado, Brasil se suma como un nuevo destino de alto valor, con más de 200 millones de consumidores potenciales. Por otro, se convierte en una alternativa estratégica frente al mercado estadounidense, que representa cerca del 80% de las exportaciones de aguacate mexicano y que ahora enfrenta riesgos arancelarios.

México es el mayor productor mundial del aguacate, con casi 3 millones de toneladas anuales. De ese volumen, aproximadamente un 45% se destina a exportación, generando más de 2,000 millones de dólares al año en ingresos. Sumarse a nuevos mercados como Brasil no solo representa una oportunidad económica también refuerza la soberanía alimentaria y comercial del país.

Más allá del producto específico. el aguacate se ha convertido en el primer resultado tangible de esta nueva etapa en la relación México-Brasil. Una prueba de que cuando hay voluntad política y coordinación técnica, los acuerdos no solo se discuten, se concretan.

Brasil: un nuevo mercado con potencial estratégico

La apertura del mercado brasileño el aguacate mexicano no es un evento menor. Se trata del acceso a la economía más grande de América Latina y a una de las poblaciones consumidoras más importantes del hemisferio sur. Con más de 200 millones de habitantes, una creciente clase media urbana y una tradición agrícola que favorece el consumo de productos frescos, Brasil representa una plataforma de expansión ideal para la agroindustria mexicana.

Hasta ahora, el aguacate mexicano no tenía presencia formal en el mercado brasileño. Esto se debía tanto a razones sanitarias como a la falta de acuerdos operativos entre autoridades fitosanitarias. Con la firma del Plan de Trabajo Operativo (PTO) en julio de 2025, esa barrera fue superada. El acuerdo no solo autoriza la entrada del fruto, sino que establece los mecanismos para mantener un flujo constante, controlado y seguro de exportaciones agrícolas, lo cual podría replicarse con otros productos.

La apertura del mercado brasileño el aguacate mexicano no es un evento menor. Se trata del acceso a la economía más grande de América Latina y a una de las poblaciones consumidoras más importantes del hemisferio sur. Con más de 200 millones de habitantes, una creciente clase media urbana y una tradición agrícola que favorece el consumo de productos frescos, Brasil representa una plataforma de expansión ideal para la agroindustria mexicana.

El potencial va más allá del aguacate. México tiene la capacidad de posicionar en Brasil una gama de productos agroalimentarios con lata demanda: berries, mango, tequila, mezcal, miel, entre otros. A su vez, Brasil podría colocar en el mercado mexicano artículos como café, carne, etanol, maquinaria agrícola o insumos industriales con gran valor agregado.

Además, el mercado brasileño ofrece un espacio con menos saturación que el estadounidense o europeo, lo que facilita una entrada más competitiva. Mientras que en Estados Unidos el aguacate mexicano compite con productores locales de California y con productos de Perú, en Brasil el escenario es distinto: el producto mexicano entra con la ventaja de ser percibido como un referente de calidad mundial, respaldado por su posicionamiento en Norteamérica, Europa y Asia.

Desde una perspectiva estratégica, esta apertura también fortalece el objetivo de ambos gobiernos de reducir la dependencia estructural con Estados Unidos, diversificar riesgos y consolidar un bloque comercial regional con autonomía propia.

Riesgos, obstáculos y desafíos por venir

Aunque el acercamiento entre México y Brasil representa una oportunidad histórica, no está exento de obstáculos. Consolidar una relación comercial profunda entre dos economías tan grandes, diversas y geográficamente distantes implica una serie de desafíos estructurales, técnicos y diplomáticos.

Uno de los riesgos más inmediatos es la posible tensión con Estados Unidos. Si bien ni Sheinbaum ni Lula han planteado esta alianza como una ruptura con el norte, el contexto de los aranceles impone una narrativa geopolítica inevitable. Un mayor acercamiento entre México y Brasil, en paralelo a la expansión del bloque BRICS, podría ser interpretado por Washington como un cambio de lealtades, generando presiones.

Uno de los riesgos más inmediatos es la posible tensión con Estados Unidos. Si bien ni Sheinbaum ni Lula han planteado esta alianza como una ruptura con el norte, el contexto de los aranceles impone una narrativa geopolítica inevitable. Un mayor acercamiento entre México y Brasil, en paralelo a la expansión del bloque BRICS, podría ser interpretado por Washington como un cambio de lealtades, generando presiones.

En lo técnico, también hay grandes retos por resolver. Las diferencias en normativas sanitarias, aduaneras y logísticas todavía son significativas. La homologación de estándares, el reconocimiento mutuo de certificaciones y la digitalización de trámites son aspectos pendientes. Además, las rutas logísticas entre ambos países no están tan desarrolladas como con socios tradicionales. El transporte marítimo entre puertos mexicanos y brasileños sigue siendo costoso y lento en comparación con los envíos hacia EE.UU. o Europa.

Otro desafío importante es la asimetría en la estructura productiva. Mientras que México tiene una base fuerte en manufactura ligera, automotriz y agroindustria, Brasil destaca en energía, agroindustria extensiva y minería. Esta diferencia puede ser complementaría, pero también puede generar desbalances si no se administra con acuerdos justos y mecanismos de compensación.

Tampoco debe subestimarse la complejidad política interna. Cualquier tratado o ampliación de acuerdos deberá pasar por procesos legislativos, negociaciones interinstitucionales y posiblemente ajustes fiscales o regulatorios en ambos países. Eso requiere no solo voluntad política, sino continuidad, algo difícil de garantizar en escenarios de cambio de gobierno o coyunturas electorales.

Las oportunidades están sobre la mesa, pero llevarlas a buen puerto requerirá más que buenas intenciones. Se necesitará coordinación institucional, inversión en infraestructura y una visión de largo plazo, no solo desde los gobiernos, sino también desde el sector privado.

Lo que viene: reuniones clave y hoja de ruta

La visita del vicepresidente brasileño Geraldo Alckmin en México será el próximo gran hito de este proceso. Este encuentro marcará el arranque formal de las mesas de trabajo para negociar una ampliación del Acuerdo de Complementación Económica (ACE 53) o incluso la posible redacción de un nuevo tratado bilateral más moderno y ambicioso.

Durante esos dos días, se espera una intensa agenda de actividades que incluirá:

  • Reuniones entre ministros de economía, comercio, salud y agricultura de ambos países.
  • Encuentros B2B entre empresarios brasileños y mexicanos.
  • Presentaciones sectoriales sobre protocolos sanitarios, proyectos piloto o grupos de trabajo técnicos.
  • Anuncios conjuntos sobre protocolos sanitarios, proyectos piloto o grupos de trabajo técnicos.

Aunque no se espera la firma de un nuevo tratado en ese momento, sí se anticipa una declaración de principios o hoja de ruta conjunta que defina prioridades, sectores a integrar, cronograma y mecanismos de seguimiento.

En paralelo, continuarán los trabajos técnicos entre SENASICA y MAPA para dar seguimiento a la exportación de aguacate, evaluar su operación y, posiblemente, habilitar nuevos productos mexicanos para ingresar al mercado brasileño.

En paralelo, continuarán los trabajos técnicos entre SENASICA y MAPA para dar seguimiento a la exportación de aguacate, evaluar su operación y, posiblemente, habilitar nuevos productos mexicanos para ingresar al mercado brasileño.

En el mediano plazo, podríamos ver el inicio de:

  • Un capítulo sanitario conjunto para productos agrícolas y farmacéuticos.
  • Acuerdos de cooperación educativa o científica en sectores como biotecnología y energías renovables.
  • Rondas de inversión cruzada en manufactura, aeroespacial o agroindustria.

Lo importante es que, por primera vez en muchos años, México y Brasil están generando un marco de entendimiento proactivo, estructurado y con resultados concretos, lo cual podría dar lugar a una nueva forma de integración económica en América Latina.

¿Cómo prepararse para esta nueva alianza?

Para que esta alianza prospere y sea útil en la práctica, distintos sectores deben comenzar a prepararse y actuar desde ahora. El éxito de una política comercial no se define solo en las mesas de negociación gubernamentales: depende de cómo los actores productivos se anticipan, se adaptan y participan activamente en el nuevo entorno.

  • Para productores agrícolas, especialmente de aguacate y frutas frescas, este es el momento de iniciar o completar su proceso de certificación ante SENASICA, con miras a la exportación a Brasil. Aunque el protocolo ya está vigente, solo los empacadores y huertos autorizados podrán enviar producto, por lo que el cumplimiento técnico y documental es indispensable.
  • Empresas agroindustriales y exportadoras deben estudiar con detalle los requerimientos sanitarios brasileños, evaluar sus rutas logísticas, buscar alianzas locales y diseñar estrategias de entrada al mercado. El éxito en Brasil dependerá tanto del cumplimiento normativo como de la capacidad para posicionar el producto ante un consumidor que aún no está familiarizado con él.
  • Cámaras empresariales y asociaciones sectoriales deben tomar un rol más activo como puentes de diálogo entre empresas y autoridades. Es crucial que las inquietudes del sector privado lleguen con claridad a los negociadores, y que la información sobre los avances de este nuevo acuerdo fluya de manera clara y oportuna hacia los empresarios.
  • Las instituciones educativas y centros de innovación también pueden desempeñar un papel importante. Las oportunidades de cooperación científica y tecnológica entre ambos países son amplias, especialmente en biotecnología, farmacéutica y transición energética. Formar talento y diseñar proyectos binacionales puede acelerar estos vínculos.

Finalmente, los gobiernos locales, tanto en México como en Brasil, deberán estar atentos. Muchos de los productos con potencial exportador son regionales: el aguacate en Michoacán y Jalisco, el mango en Nayarit, los berries en Guanajuato o Baja California.

Articular estrategias de desarrollo regional con esta agenda comercial puede traducirse en beneficios reales para productores, transportistas, comercializadores y trabajadores.

Este no es un proyecto solo de Estado. Es una oportunidad regional, económica y empresarial que requiere corresponsabilidad y visión compartida para materializarse.

Articular estrategias de desarrollo regional con esta agenda comercial puede traducirse en beneficios reales para productores, transportistas, comercializadores y trabajadores.

Este no es un proyecto solo de Estado. Es una oportunidad regional, económica y empresarial que requiere corresponsabilidad y visión compartida para materializarse.

Una alianza regional con futuro real

Lo que estamos presenciando entre México y Brasil no es simplemente una apertura de mercado o una ronda más de negociaciones diplomáticas. Es el inicio de una nueva forma de entender el comercio latinoamericano, en la que dos potencias regionales deciden actuar con mayor autonomía, complementariedad y visión estratégica frente a un entorno global que ya no garantiza estabilidad ni certidumbre.

La apertura del mercado brasileño al aguacate mexicano, más allá de su valor económico, representa el primer resultado tangible de esta renovada relación bilateral. Es una prueba de que cuando se alinean la voluntad política, la capacidad técnica y el interés compartido, se pueden alcanzar logros concretos en muy poco tiempo. El fruto que durante años fue símbolo de exportación hacia Estados Unidos, ahora comienza a construir su camino en América del Sur.

A la par, la decisión de ambos gobiernos de revisar y posiblemente ampliar el Acuerdo de Complementación Económica N.º 53 abre la puerta a una transformación más profunda y estructural. Si se concreta, no solo mejorará las condiciones para el intercambio comercial, sino que podría sentar las bases de una plataforma de integración productiva regional, capaz de resistir los vaivenes del proteccionismo global.

La apertura del mercado brasileño al aguacate mexicano, más allá de su valor económico, representa el primer resultado tangible de esta renovada relación bilateral. Es una prueba de que cuando se alinean la voluntad política, la capacidad técnica y el interés compartido, se pueden alcanzar logros concretos en muy poco tiempo. El fruto que durante años fue símbolo de exportación hacia Estados Unidos, ahora comienza a construir su camino en América del Sur.

Este momento exige pensar en grande, pero también actuar con inteligencia y coordinación. No basta con firmar acuerdos: es necesario que las empresas, productores, cámaras, gobiernos estatales y federales se apropien de esta agenda y trabajen juntos para materializarla. Las oportunidades están ahí, pero requieren preparación, visión de largo plazo y, sobre todo, compromiso.

México y Brasil no solo comparten una historia y un idioma afín. Comparten hoy, más que nunca, un desafío común: demostrar que la cooperación Sur-Sur no es una aspiración retórica, sino una alternativa posible, moderna y eficaz para crecer, desarrollarse y proteger sus intereses en un mundo cada vez más impredecible.

Este puede ser el principio de algo más grande: una nueva arquitectura económica latinoamericana que no reemplace alianzas tradicionales, pero que construya otras, más nuestras, más equitativas y resilientes. Y todo esto, curiosamente, empezó con un aguacate.